04-09-2004
Belleza
Le abrimos las puertas de nuestro hogar y ahora también nos fijamos en sus técnicas milenarias para sacar lo mejor de nuestro físico.
Primero fue la decoración: líneas rectas, estilo minimalista, colores neutros y los elementos indispensables. Nuestra casa se abría a Oriente en busca de ese estilo sosegado que confiriera armonía y simetría a nuestro hogar.
Así ha sido como hemos ido incorporado a nuestro vocabulario cotidiano términos como el Feng shui, Sha chi y los muebles Ming.
La sabiduría asiática parece no tener límites y Occidente no duda en aprender de ella, por eso, ¿por qué no iba a importar también su forma particular de entender la vida y sus secretos de belleza?
La búsqueda constante del equilibrio entre el cuerpo y la mente propia de la filosofía zen suena a gloria en estos tiempos en que el estrés y las prisas no dan respiro.
Y es que una filosofía que mantiene que la armonía es una de las fuentes de belleza fundamentales no podía pasarse por alto en Occidente.
Por esta razón, las casas de cosméticos, en su carrera por descubrir nuevos principios activos que contribuyan a mejorar la belleza, hace unos años que empezaron a fijarse en los tratamientos de belleza asiática.
Fue de esta manera como tropezaron con las bondades antioxidantes del té verde, muy utilizado en la medicina tradicional oriental que conoce sus cualidades terapéuticas desde hace milenios.
Es antiinflamatorio, afirma los tejidos, neutraliza los radicales libres y mejora la calidad de la piel.
El té verde, que se extrae de las hojas de un pequeño árbol asiático-indonesio, ha sido incorporado a los principios activos de cremas reafirmantes y anticelulíticas, anti-edad y específicas para atenuar las arrugas en el contorno de ojos.
Y un tanto de lo mismo sucede con otros vegetales orientales que hoy forman parte de las fórmulas de los cosméticos más avanzados: la centella asiática, el gingko biloba, la caléndula o la manzanilla.
Mente sana in corpore sano
Y precisamente de Oriente nos llegan terapias que equilibran nuestra mente y cuerpo.
Hablamos por ejemplo del Tai Chi, un arte de origen chino que utiliza técnicas de respiración y movimientos pausados para mejorar la energía vital y liberar los puntos del cuerpo que están bloqueados.
Esta terapia se basa en una serie de posturas suaves, circulares y coordinadas en las que el cuerpo se desplaza lentamente.
Sus beneficios se empiezan a notar pronto, a los dos meses de su práctica, aunque el verdadero equilibrio entre el cuerpo y la mente se consigue después de un año.
Otra forma de lograr la paz interior es el yoga, que es una actividad física suave que aumenta la flexibilidad y combate el estrés.
El control de la respiración es la clave de esta técnica que combina posturas y meditación para lograr una relajación completa.
Y de relajación seguimos hablando con el Shiatsu,
un arte terapéutico importado de Japón que busca el bienestar físico y mental del organismo a través de la técnica del masaje.
Una sesión de Shiatsu consiste en presionar sobre los canales energéticos del cuerpo, que se corresponden con los órganos del cuerpo.
Una vez identificados estos puntos, el terapeuta aplica un masaje sobre ellos para activarlos o calmarlos, dependiendo de si la energía fluye con exceso o con defecto sobre los canales energéticos que recorren el cuerpo para inducir un estado de relajación profunda y una sensación de bienestar.
Esta técnica alivia los dolores de espalda o de cabeza, la lumbalgia, la ciática o los trastornos nerviosos.
Primero fue la decoración: líneas rectas, estilo minimalista, colores neutros y los elementos indispensables. Nuestra casa se abría a Oriente en busca de ese estilo sosegado que confiriera armonía y simetría a nuestro hogar.
Así ha sido como hemos ido incorporado a nuestro vocabulario cotidiano términos como el Feng shui, Sha chi y los muebles Ming.
La sabiduría asiática parece no tener límites y Occidente no duda en aprender de ella, por eso, ¿por qué no iba a importar también su forma particular de entender la vida y sus secretos de belleza?
La búsqueda constante del equilibrio entre el cuerpo y la mente propia de la filosofía zen suena a gloria en estos tiempos en que el estrés y las prisas no dan respiro.
Y es que una filosofía que mantiene que la armonía es una de las fuentes de belleza fundamentales no podía pasarse por alto en Occidente.
Por esta razón, las casas de cosméticos, en su carrera por descubrir nuevos principios activos que contribuyan a mejorar la belleza, hace unos años que empezaron a fijarse en los tratamientos de belleza asiática.
Fue de esta manera como tropezaron con las bondades antioxidantes del té verde, muy utilizado en la medicina tradicional oriental que conoce sus cualidades terapéuticas desde hace milenios.
Es antiinflamatorio, afirma los tejidos, neutraliza los radicales libres y mejora la calidad de la piel.
El té verde, que se extrae de las hojas de un pequeño árbol asiático-indonesio, ha sido incorporado a los principios activos de cremas reafirmantes y anticelulíticas, anti-edad y específicas para atenuar las arrugas en el contorno de ojos.
Y un tanto de lo mismo sucede con otros vegetales orientales que hoy forman parte de las fórmulas de los cosméticos más avanzados: la centella asiática, el gingko biloba, la caléndula o la manzanilla.
Mente sana in corpore sano
Y precisamente de Oriente nos llegan terapias que equilibran nuestra mente y cuerpo.
Hablamos por ejemplo del Tai Chi, un arte de origen chino que utiliza técnicas de respiración y movimientos pausados para mejorar la energía vital y liberar los puntos del cuerpo que están bloqueados.
Esta terapia se basa en una serie de posturas suaves, circulares y coordinadas en las que el cuerpo se desplaza lentamente.
Sus beneficios se empiezan a notar pronto, a los dos meses de su práctica, aunque el verdadero equilibrio entre el cuerpo y la mente se consigue después de un año.
Otra forma de lograr la paz interior es el yoga, que es una actividad física suave que aumenta la flexibilidad y combate el estrés.
El control de la respiración es la clave de esta técnica que combina posturas y meditación para lograr una relajación completa.
Y de relajación seguimos hablando con el Shiatsu,
un arte terapéutico importado de Japón que busca el bienestar físico y mental del organismo a través de la técnica del masaje.
Una sesión de Shiatsu consiste en presionar sobre los canales energéticos del cuerpo, que se corresponden con los órganos del cuerpo.
Una vez identificados estos puntos, el terapeuta aplica un masaje sobre ellos para activarlos o calmarlos, dependiendo de si la energía fluye con exceso o con defecto sobre los canales energéticos que recorren el cuerpo para inducir un estado de relajación profunda y una sensación de bienestar.
Esta técnica alivia los dolores de espalda o de cabeza, la lumbalgia, la ciática o los trastornos nerviosos.