Observaciones:
Nacieron para satisfacer el gusto de la emergente burguesía de comerciantes y artesanos que floreció en Edo (Tokio) hacia mediados del siglo XVII y fue tal su éxito que aún hoy estas estampas japonesas siguen haciendo las delicias de todo tipo de espectadores, desde los sibaritas del arte clásico a los jóvenes seguidores del manga.

Quien quiera comprobarlo no tiene más que acercarse a La Pedrera, donde la Fundación Caixa Catalunya presenta hasta el 14 de septiembre la exposición Ukiyo-e, que tiene como subtítulo lo que podría ser su traducción al español: Imágenes de un mundo efímero. Se trata de un extraordinario conjunto de unos 150 grabados japoneses en madera de los siglos XVIII y XIX, procedentes de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Francia, que permite conocer tanto la evolución de la técnica (desde los monocromos de una sola plancha a la policromía de hasta 15 planchas) como de los temas. Ajenos al gusto pomposo y oficial de la corte, los artistas de ukiyo-e representaban imágenes relacionadas con los animados barrios de teatros y de placer de la capital, paisajes, escenas cotidianas, evocaciones de la belleza femenina, parodias sociales y también retratos de actores del teatro kabuki (que cumplían la misma función que los pósteres actuales de actores de Hollywood).

La exposición, que combina el recorrido temático y el cronológico, dedica también un jugoso apartado a la estampa erótica, que en la época fue practicada por casi todos los grandes artistas, como Utamaro, y era una de las más populares ya que, además de su evidente carácter pornográfico, incluía a menudo diálogos de corte irónico. El forzado fin del aislamiento japonés del periodo Edo (1603-1868) por parte de las colonias occidentales trajo consigo la imposición de la moral puritana y el fin de estos grabados. A cambio, la pintura de paisaje ganó fuerza con vistas coloristas e idílicas del país de la mano de famosos artistas, como Hokusai e Hiroshige.

Con todo, mientras que a mediados del siglo XIX los ukiyo-e fueron una influencia determinante en los artistas europeos, en Japón comenzó su decadencia. Según Gisèle Lambert, comisaria de la exposición junto con Jocelyn Bouquillard, "hasta hace unos 20 años los japoneses no han empezado a interesarse por las estampas de este periodo y eso ha dificultado mucho el estudio". Es decir, aún queda mucho por descubrir.