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Técnica: Fotografía
Lugar: La Fundación "la Caixa" (Madrid y Palma)
Contactar: La Fundación "la Caixa" - 902 22 30 40 - Serrano, 60 (Madrid) - Plaza de Weyler, 3 (Palma - Islas Baleares)
Observaciones:
Se retrataba así mismo como "un fotógrafo rural aficionado". Pero el tiempo le ha puesto en su sitio. La obra en blanco y negro de Shoji Ueda (1913-2000) está colgada en muchos de los grandes museos del mundo. Retrató su vida al detalle, a su familia y al horizonte y al mar, siempre con elegancia y audacia. Elevó la anécdota al altar de lo sublime. Hizo magia con el material de lo cotidiano. Y se convirtió, fianlmente, en un minucioso director de escena que ataba cada composición al máximo antes de apretar el disparador de la cámara.
La Fundación "la Caixa" (Serrano, 60) muestra hasta el 24 de julio 150 fotosde este insólito artista japonés, uno de las grandes sorpresas que corre en paralelo al festival PhotoEspaña. "Son imágenes llenas de poesía y pureza que te hacen sonreír, una cualidad que ha desaparecido en la fotografía actual", dijo ayer la responsable de fotografía de "La Caixa" Marta Gili, quien considera a Ueda como "un escultor de la imagen" que construye volúmenes y formas "llenas de inmadurez y ternura".
"Un trabajo radical".
Apenas salió de la provincia de Tottori a lo largo de su vida, pero siempre estuvo bien informado de la evolución de los lenguajes artísticos de su siglo. Hay ecos en sus primeros trabajos de Man Ray y André Kertezs, escenas urbanas captadas con un espíritu esperimental, pero sobresale su serie sobre "el teatro de las dunas", personas y objetos retratados en el desierto de Tottori en escenas las que impera el surrealismo y el sentido del humor. Sus obras transmiten melancolía, nostalgia de una arcadia perdida y calma. "Hizo un trabajo radical y comprometido, con unas imágenes que casi llegan a la abstracción total, con muy pocas líneas", dijo el comisario Gabriel Bauret. Ueda empezó a usar una cámara con trece años. Nunca trabajó por encargo, e incluso en Japón fue considerado siempre un "raro". No quiso ofrecer un testimonio de su época sino más bien dar fe de su vida como si de un diario de imágenes se tratara. Al morir hace cinco años, uno de sus hijos recuperó su legado y abrió una fundación desde la cual se difunde por todo el mundo el trabajo sutil y singular de este maestro silencioso.
La Razón
Goyo García