05-02-2008
El Japón rural se marchita sin los subsidios de Tokyo Sepultado bajo mero y medio de nieve, el Pueblo de la Historia se extendía por todo el valle, sin una sola huella de los turistas que se suponía iba a atraer. Este lugar ha quebrado, al igual que su propietaria, esta ciudad de la isla septentrional de Hokaido.
Las dificultades económicas de Yubari han centrado la atencion de todo el país, en parte porque se ha convertido en una prueba de fuerza entre la ciudad y el Gobierno que sentará precedentes.
¿Cuánto se ceñirá Tokyo -que siempre ha sacado de apuros a comunidades y empresas- a su nueva política de desenganchar al Japón rural del Gobierno central?.
El otro día ni un solo turista caminaba por las calles, paando ante el museo de robots, el de animales disecados, el de fósiles o el dedicado a la vida en los años cincuenta- "En esa época éramos pobres pero felices"-, o por el de las minas de carbón.
Durante el auge económico de Japón, Tokyo regó Yubari con enormes subvenciones para construir estas monumentales aunque mal pensadas atracciones turísticas, que atrajeron a escasos visitantes, arrojaron grandes déficit y cargaron a esta ciudad con casi 400 millones de euros en deudas.
Al principio fue una solución de conveniencia: el interior del país prosperaba, los contratistas con conexiones políticas tenían mucho trabajo y el Gobierno consolidaba la fidelidad de los votantes rurales.
Pero los buenos tiempos acabaron en los años noventa, y el Gobierno cerró poco a poco el grifo de la financiación, dejando a Yubari y a otras urbes rurales en un creciente estado de desesperación.
Como parte de su plan de declararse en quiebra, ponerse en manos de Tokyo y pagar sus deudas en 20 años, Yubari ha puesto a la venta el Pueblo de la Historia y otras 20 atracciones turísticas. La mitad de sus 300 trabajadores tiene intención de marcharse, y los que se quedan se enfrentan a recortes salariales de entre un 30 y un 70%.
Las 11 escuelas de la ciudad se concentrarán en tres o cuatro; el hospital se convertirá en una clínica; la biblioteca, las dependencias municipales y los baños públicos serán cerrados a cal y canto. Se reducirán los descuentos para la tercera edad en los autobuses. Aumentarán los impuestos locales.
El inminente descenso del nivel de vida ha llevado a recriminar y a señalar con el dedo a los políticos por su falta de previsión y a Tokyo por alimentar la adicción rural a las obras públicas. El Gobierno ha dicho que no comparte la "responsabilidad" de los problemas de Yubari, y el ministro de Interior, Yoshihide Suga, presiona para que los recortes sean incluso mayores.
El alcalde de Yubari, Kenji Goto, señala: "Hay muchos Ayuntamientos con problemas financieros además de Yubari, así que supongo que Tokyo tendrá que adoptar una posición firme con respecto a nosotros". La actitud de Tokyo ha producido irritación porque el Gobierno central ha escogido a Yubari para advertir a los innumerables yubaris de todo Japón.
Y el razonamiento consiste en que si estosyubaris ya no pueden contar con que el Gobierno les rescate, serán ellos mismos los que comenzarán a recortar costes.
"Fue Tokyo el que nos dio todo ese dinero, sin decir ni una palabra, y ahora dicen que fue un error", se queja Kazuko Kudo, de 77 años, habitante de Yubari desde hace mucho tiempo. "Nadie esperaba que de repente sirviéramos de ejemplo".
En otro tiempo, Yubari era una próspera ciudad con minas de carbón y una población de hasta 120.000 habitantes en los años sesenta. Comenzó a reciclarse como ciudad turística en los ochenta, cuando cerraron las minas.
Durante años recibió generosas subvenciones de Tokyo, y Yubari siguió construyendo atracciones turísticas incluso después de que la burbuja económica de Japón reventase, cuando el país hacía lo posible por recuperarse en la década de los noventa. Pero los visitantews brillaban por su ausencia.
Yubari tenía 230 millones de euros en deudas y 174 millones en bonos municipales pendientes. Su principal fuente de puestos de trabajo era el Ayuntaiento, y el 40% de la población era mayor de 65 años.
Mitsuo Okazaki, el alcalde, que ahora cumple su cuarto mandato, afirma que la razón principal por la que ubari no puede afrontar sus deudas es porque las subvenciones de Tokyo ya no son lo que eran.
"Cuando pasamos de las minas de carbón al turismo, Tokyo siguió viniendo a nosotros con dinero para invertir", dice Okazaki, "así que lo que hicimos fue aceptar su oferta y continuamos lelvando a cabo proyectos de obras públicas. Pero nos abandonaron con nuestras deudas".
Las dificultades económicas de Yubari han centrado la atencion de todo el país, en parte porque se ha convertido en una prueba de fuerza entre la ciudad y el Gobierno que sentará precedentes.
¿Cuánto se ceñirá Tokyo -que siempre ha sacado de apuros a comunidades y empresas- a su nueva política de desenganchar al Japón rural del Gobierno central?.
El otro día ni un solo turista caminaba por las calles, paando ante el museo de robots, el de animales disecados, el de fósiles o el dedicado a la vida en los años cincuenta- "En esa época éramos pobres pero felices"-, o por el de las minas de carbón.
Durante el auge económico de Japón, Tokyo regó Yubari con enormes subvenciones para construir estas monumentales aunque mal pensadas atracciones turísticas, que atrajeron a escasos visitantes, arrojaron grandes déficit y cargaron a esta ciudad con casi 400 millones de euros en deudas.
Al principio fue una solución de conveniencia: el interior del país prosperaba, los contratistas con conexiones políticas tenían mucho trabajo y el Gobierno consolidaba la fidelidad de los votantes rurales.
Pero los buenos tiempos acabaron en los años noventa, y el Gobierno cerró poco a poco el grifo de la financiación, dejando a Yubari y a otras urbes rurales en un creciente estado de desesperación.
Como parte de su plan de declararse en quiebra, ponerse en manos de Tokyo y pagar sus deudas en 20 años, Yubari ha puesto a la venta el Pueblo de la Historia y otras 20 atracciones turísticas. La mitad de sus 300 trabajadores tiene intención de marcharse, y los que se quedan se enfrentan a recortes salariales de entre un 30 y un 70%.
Las 11 escuelas de la ciudad se concentrarán en tres o cuatro; el hospital se convertirá en una clínica; la biblioteca, las dependencias municipales y los baños públicos serán cerrados a cal y canto. Se reducirán los descuentos para la tercera edad en los autobuses. Aumentarán los impuestos locales.
El inminente descenso del nivel de vida ha llevado a recriminar y a señalar con el dedo a los políticos por su falta de previsión y a Tokyo por alimentar la adicción rural a las obras públicas. El Gobierno ha dicho que no comparte la "responsabilidad" de los problemas de Yubari, y el ministro de Interior, Yoshihide Suga, presiona para que los recortes sean incluso mayores.
El alcalde de Yubari, Kenji Goto, señala: "Hay muchos Ayuntamientos con problemas financieros además de Yubari, así que supongo que Tokyo tendrá que adoptar una posición firme con respecto a nosotros". La actitud de Tokyo ha producido irritación porque el Gobierno central ha escogido a Yubari para advertir a los innumerables yubaris de todo Japón.
Y el razonamiento consiste en que si estosyubaris ya no pueden contar con que el Gobierno les rescate, serán ellos mismos los que comenzarán a recortar costes.
"Fue Tokyo el que nos dio todo ese dinero, sin decir ni una palabra, y ahora dicen que fue un error", se queja Kazuko Kudo, de 77 años, habitante de Yubari desde hace mucho tiempo. "Nadie esperaba que de repente sirviéramos de ejemplo".
En otro tiempo, Yubari era una próspera ciudad con minas de carbón y una población de hasta 120.000 habitantes en los años sesenta. Comenzó a reciclarse como ciudad turística en los ochenta, cuando cerraron las minas.
Durante años recibió generosas subvenciones de Tokyo, y Yubari siguió construyendo atracciones turísticas incluso después de que la burbuja económica de Japón reventase, cuando el país hacía lo posible por recuperarse en la década de los noventa. Pero los visitantews brillaban por su ausencia.
Yubari tenía 230 millones de euros en deudas y 174 millones en bonos municipales pendientes. Su principal fuente de puestos de trabajo era el Ayuntaiento, y el 40% de la población era mayor de 65 años.
Mitsuo Okazaki, el alcalde, que ahora cumple su cuarto mandato, afirma que la razón principal por la que ubari no puede afrontar sus deudas es porque las subvenciones de Tokyo ya no son lo que eran.
"Cuando pasamos de las minas de carbón al turismo, Tokyo siguió viniendo a nosotros con dinero para invertir", dice Okazaki, "así que lo que hicimos fue aceptar su oferta y continuamos lelvando a cabo proyectos de obras públicas. Pero nos abandonaron con nuestras deudas".