28-05-2004
Los siete samuráis o todo lo contrario
Todo empezó con un clásico: Los siete samuráis, de Akira Kurosawa.
El filme de ctanas por excelencia sirvió de inspiración para crear Seven samurai 20XX.
Aquí inspiración, significa justo eso.
El disco de la play no es en absoluto un remake ineractivo del filme nipón de 1954.
En ambos, una aldea recurre a siete guerreros ociosos para defenderse de un asedio.
Fin de las semejanzas. El juego transcurre en un futuro fantástico, no es el Japón histórico, y los asaltantes son robots, no bandidos.
La atmósfera, la historia y los personajes no se parecen en casi nada a la película, aunque en el desarrollo del juego participó Hisao, el hijo de Kurosawa.
Para el diseño del título se contó con Moebius, el legendario artista de Blueberry y El quinto elemento, cuya mano es evidente en los paisajes recargados y orgánicos y en los taxis voladores.
La música del principio y el final, la puso Ryuichi Sakamoto, oscarizado por El último emperador.
La historia del septeto se desgrana en largas y elaboradas cinemáticas.
Entremedias, Naote, el prota, que por cierto es el único de los samuráis que se puede controlar con el mando, reparte leña.
Espadazos espectaculares, sobre todo cuando saca las dos catanas, aunque el secreto consista básicamente en apretar el botón de ataque lo más rápido posible.
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Fuente: El País
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El filme de ctanas por excelencia sirvió de inspiración para crear Seven samurai 20XX.
Aquí inspiración, significa justo eso.
El disco de la play no es en absoluto un remake ineractivo del filme nipón de 1954.
En ambos, una aldea recurre a siete guerreros ociosos para defenderse de un asedio.
Fin de las semejanzas. El juego transcurre en un futuro fantástico, no es el Japón histórico, y los asaltantes son robots, no bandidos.
La atmósfera, la historia y los personajes no se parecen en casi nada a la película, aunque en el desarrollo del juego participó Hisao, el hijo de Kurosawa.
Para el diseño del título se contó con Moebius, el legendario artista de Blueberry y El quinto elemento, cuya mano es evidente en los paisajes recargados y orgánicos y en los taxis voladores.
La música del principio y el final, la puso Ryuichi Sakamoto, oscarizado por El último emperador.
La historia del septeto se desgrana en largas y elaboradas cinemáticas.
Entremedias, Naote, el prota, que por cierto es el único de los samuráis que se puede controlar con el mando, reparte leña.
Espadazos espectaculares, sobre todo cuando saca las dos catanas, aunque el secreto consista básicamente en apretar el botón de ataque lo más rápido posible.
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Fuente: El País