31-05-2006
Muere a los 80 años Shohei Imamura, el gran patriarca del cine japonés
El cineasta obtuvo dos veces la Palma de Oro en Cannes.
Era uno de los grandes supervivientes de la denominada 'nueva ola' japonesa. Su último trabajo fue la película colectiva '11 de septiembre' en 2002.
Para los amantes de los titulares, Shohei Imamura pasará a la historia por ser uno de los raros cineastas con dos Palmas de Oro del festival de Cannes e nsu haber (honor sólo compartido por Bille August y Emir Kusturica). Desde un punto de vista histórico, su importancia radica en ser uno de los grandes supervivientes de aquella mítica y poco conocida -pero perfectamente homologable con sus correlatos europeos- 'nueva ola' japonesa de los años 60, habiéndose mantenido más activo en los últimos tiempos que sus coetáneos Yoshida y Osima y conservando un grado de provocación temática y formal insuperado incluso por este último.
Nacido en 1926, Imamura se inició en el cine a comienzos de los años 50 dentro del floreciente sistema de estudios japonés que empezaba a recuperarse de la pérdida de la guerra y de la censura impuesta por la ocupación americana. Fue ayudante de dirección del venerado Yasujiro Ozu, pero no comulgaba con su visión tradicional del país: en cuanto se convirtió en realizador, Imamura se empeñó en plasmar sore la pantalla la dura realidad del Japón de posguerra y lo consiguió, convirtiendose en lo que alguien llamó el 'entomólogo del Japón moderno'.
No era una forma de hablar: el rasgo más original e inquietante del cine de Imamura es su visión descarnada de la Humanidad y la frecuente equiparación entre animales y hombres que se hace explícita en películas como 'La balada de Narayama' (1982), su celebrada primera Palma de Oro. Pero esta tendencia se inaugura con títulos primerizos como 'Cerdos y acorazados' (1961) y 'Crónicas entomológicas de Japón' (1963, tambien conocida como 'La mujer insecto'). Por otro lado, su trabajo en 'Desaparece un hombre' (1967) y la perversa 'Historia del Japón de posguerra contada por una camarera' (1970) obligó a reescribir la historia del documental, cuando fueron vistas tardiamente fuera de su país.
La fase internacional de Imamura, marcada por su regreso al cine de ficción, se inicia con 'La venganza es mía' (1979), insólito retrato de un asesino en serie (nada que ver con el 'psicokiller' a la americana). Viene luego 'Eijanaika' (1981), un ambicioso y libertino fresco histórico que se prolongará luego en 'Zegen, el señor de los burdeles' (1987). Un caso aparte e sobriedad en su obra es 'Lluvia negra' (1989), una obra maestra en blanco y negro que es uno de los grandes trabajos sobre los efectos dela bomba atómica.
Convertido en un gran patriarca del cine japonés en el circuito de los festivales y el cine de arte y ensayo, entrega obras que siguen siendo audaces y excéntricas reflexiones sobre la naturaleza humana, que mezclan lo trágico y lo ridículo hasta niveles esperpénticos: 'La anguila' (1997, su segunda Palma de Oro), 'Doctor Akagi' (1998, uno de los proyectos predilectos) y 'Agua tibia sobre un puente rojo' (2001).
En todas ellas, como en el segmento que aportó al film colectivo '11 de septiembre!' (2002), sigue siendo fiel a la filosofía que alimentaba la sorprendente visión antropológica de 'La balada de Narayama' y que Imamura resumió una vez diciendo: 'Me interesa la relación entre la parte inferior de la estructura social'. Una línea del vientre, orgánica y zoológica, que ningún cineasta supo dibujar como Shohei Imamura.
--
Fuente: ABC
|
Era uno de los grandes supervivientes de la denominada 'nueva ola' japonesa. Su último trabajo fue la película colectiva '11 de septiembre' en 2002.
Para los amantes de los titulares, Shohei Imamura pasará a la historia por ser uno de los raros cineastas con dos Palmas de Oro del festival de Cannes e nsu haber (honor sólo compartido por Bille August y Emir Kusturica). Desde un punto de vista histórico, su importancia radica en ser uno de los grandes supervivientes de aquella mítica y poco conocida -pero perfectamente homologable con sus correlatos europeos- 'nueva ola' japonesa de los años 60, habiéndose mantenido más activo en los últimos tiempos que sus coetáneos Yoshida y Osima y conservando un grado de provocación temática y formal insuperado incluso por este último.
Nacido en 1926, Imamura se inició en el cine a comienzos de los años 50 dentro del floreciente sistema de estudios japonés que empezaba a recuperarse de la pérdida de la guerra y de la censura impuesta por la ocupación americana. Fue ayudante de dirección del venerado Yasujiro Ozu, pero no comulgaba con su visión tradicional del país: en cuanto se convirtió en realizador, Imamura se empeñó en plasmar sore la pantalla la dura realidad del Japón de posguerra y lo consiguió, convirtiendose en lo que alguien llamó el 'entomólogo del Japón moderno'.
No era una forma de hablar: el rasgo más original e inquietante del cine de Imamura es su visión descarnada de la Humanidad y la frecuente equiparación entre animales y hombres que se hace explícita en películas como 'La balada de Narayama' (1982), su celebrada primera Palma de Oro. Pero esta tendencia se inaugura con títulos primerizos como 'Cerdos y acorazados' (1961) y 'Crónicas entomológicas de Japón' (1963, tambien conocida como 'La mujer insecto'). Por otro lado, su trabajo en 'Desaparece un hombre' (1967) y la perversa 'Historia del Japón de posguerra contada por una camarera' (1970) obligó a reescribir la historia del documental, cuando fueron vistas tardiamente fuera de su país.
La fase internacional de Imamura, marcada por su regreso al cine de ficción, se inicia con 'La venganza es mía' (1979), insólito retrato de un asesino en serie (nada que ver con el 'psicokiller' a la americana). Viene luego 'Eijanaika' (1981), un ambicioso y libertino fresco histórico que se prolongará luego en 'Zegen, el señor de los burdeles' (1987). Un caso aparte e sobriedad en su obra es 'Lluvia negra' (1989), una obra maestra en blanco y negro que es uno de los grandes trabajos sobre los efectos dela bomba atómica.
Convertido en un gran patriarca del cine japonés en el circuito de los festivales y el cine de arte y ensayo, entrega obras que siguen siendo audaces y excéntricas reflexiones sobre la naturaleza humana, que mezclan lo trágico y lo ridículo hasta niveles esperpénticos: 'La anguila' (1997, su segunda Palma de Oro), 'Doctor Akagi' (1998, uno de los proyectos predilectos) y 'Agua tibia sobre un puente rojo' (2001).
En todas ellas, como en el segmento que aportó al film colectivo '11 de septiembre!' (2002), sigue siendo fiel a la filosofía que alimentaba la sorprendente visión antropológica de 'La balada de Narayama' y que Imamura resumió una vez diciendo: 'Me interesa la relación entre la parte inferior de la estructura social'. Una línea del vientre, orgánica y zoológica, que ningún cineasta supo dibujar como Shohei Imamura.
--
Fuente: ABC